#16. ¿Por qué nos gusta tanto Dillom?
Crónica a 220 de un gusto cumplido en una nueva edición del Festival Bandera.
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Golosina
Hace rato que Dillom ocupa mi atención. Deben ser dos años. Cuando invitó a Calamaro a cantar Output input en el Movistar Arena dije ¡epa! Después de Post mortem llegué a un video que parece un corto. Tiene al Salmón en sus filas. Ola de suicidios no pierde el tufo a sangre chamuscada, la bandera de la muerte como un después. Y, de paso, tira el croquis (arma el esqueleto) del personaje que se constituye y destruye luego en Por césarea. Si yo fuera un pibito, pienso por ahí, Dillom sería esa golosina bruja que explota en la boca.
Rock pesado
Vamos en el cole a Rosario. Noto que dejamos preocupaciones académicas y periodísticas en Santa Fe. Debe ser la adrenalina por el corte con la diaria, el trazado vertical de la arboleda en la ruta tabulado por el movimiento del coche, la modorra del asiento reclinado o la certeza de que en unas horas estaremos en otro lugar. Igual no duermo casi nada. Me entra un mensaje inesperado y fabuloso que aún no puedo develar. Las lágrimas se emancipan de mis ojos. Tengo que pellizcarme para creer.
Me acomodo. Hago como que leo, vos vas escuchando música. Me doy cuenta que es la segunda vez que voy a ver a Dillom. Ya lo vi el año pasado en el Harlem pero fue con la Ripgang. La rompió en 3 o 4 apariciones pero me quedé manija. Aparte en el medio salió Por cesárea. Reseteo una cábala vieja. Ya no milito la escucha previa de lo que voy a ver. Que me sorprenda lo que conozco y lo que no, que en una de esas me pesque in fraganti el olvido. Y me cante las 40.
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Tengo unas líneas anotadas para una entrevista que alguna vez quisiera hacerle a Dillom. Aunque las guardo bajo siete llaves, siento que sus circuitos retumban dentro de esta crónica de un yendo. Me gusta que el artista asuma su compromiso con la muerte y lo haga desde un lugar lúdico y gore volviendo trama al drama. Me pregunto, no porque quiera cerrar el entendimiento con una respuesta, sino para embarullar el nido de mis ideas ¿Por cesárea sería secuela o, más bien, precuela de Post mortem? ¿Es la vida antes de la muerte o es el renacimiento?
Hicimos méritos que no se han notado / para estar a tu lado, Dillom. Vimos a El Plan de la Mariposa desde el escenario próximo donde se proyectaba la leyenda que te enloquecía: YA VIENE DILLOM.
En junio me crucé a Sebastián Andersen, a la salida del reci de Él mató en el Movistar Arena. Hablamos off the record sobre Correntada y sus guitarras al frente. Abrazo, foto, abrazo. Vi a El Plan una vez en el Centro Cultural Provincial. Me debía otro vivo. Me alegra saber que, sin querer queriendo, cumplí. Si mis oídos atesoran el mantra lírico, mis ojos se quedan con el casco de vikingo de Valentín, otro de los cinco hermanos.
Casi llegamos ahí, al borde de la valla. A quién engaño, quedamos lejos: en el ojo de la tormenta. Hacía tiempo que no me engullía un pogo (mucho menos un mosh). “Este es un show de rock pesado”, decís. Mi mente se siente leída por tus subtítulos en español latino. A medida que el recital va hacia su desembocadura, el joven cosecha 2000 se va despojando. Decir “desnudando” sería bastante cierto pero opacaría con su literalidad el simbolismo, el gesto artístico. Se quita campera, sí. Remera, también. Hace stage diving al mejor estilo Iggy Pop. Dillom es la estrella de rock que los de -40 nunca vimos más que por TV (con raras excepciones). Para el final, deja 220. Él, desposeído, ojos cerradísimos sin gafas, abraza el micrófono como si fuera su tabla de salvación: el amor.
Sopermi
La fija number one es Dillom (por si no se notó…), la otra ficha innegociable son los Baba. Tengo fresco el Movistar Arena de junio, que con mucho gusto relaté en esta nota. Debe haber sido la tercera vez que vi a Dárgelos y compañía en el marco de un festival. Puede que la memoria me juegue una mala pasada, pero arriesgo esta cadena: Música en el Río (2014), Cosquín Rock (2015), Festival Bandera (2024). Temo por el segundo factor, pero me la juego. De #CR15 recuerdo dos fragmentos:
Uma saltando alrededor de su hermano Adrián en La lanza.
Un cierre glorioso: Auténticos Decadentes/Babasónicos/Calamaro.
Por esos años no escribía lo que vivía. Bueno, sí, pero quedaba en un moleskine, en una agenda o, menos probablemente, en un cuaderno Gloria. De grande, huelo la sangre de esas letras y vampirizo. En las primeras páginas de la moleskine en la que anoto mis password encuentro: arranques narrativos (taller de escritura surrealista), lista de películas a ver, fragmentos de poemas, apuntes del FIPR 2015, punteos de una lectura obligada de una tesis ajena, ideas sueltas, anotaciones sobre un toque de Babasónicos en Santa Fe. No fue en un festival, presentaban Impuesto de fe. Leo en voz alta -tiemblo-: dios mínimo, desconcentración (estrategia), celebraciones eróticas, dice que es inexpresivo. En la página siguiente, visado por la evocación de Adrián, escribí con diez años menos: ¿quién esponsorea el abandono?