#18. Más y mejor
Crónica de un recital de Kevin Johansen en Santa Fe desde la zona de confort.
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Ludeando
Terminó el recital. Papá y yo estamos parados después de trajinar la última canción. Previo al epitafio, el “Fin de fiesta”, claro que <hubo una fiesta>. Estábamos en HUB para darle respuesta a una pregunta invisible: ¿Qué es de la vida de Kevin Johansen? Sentados fuimos comprobando el material de su sonoridad, mudada por los Feng Shui, con nuevos ingredientes pero siempre tan rica como el “Guacamole”. Parados, bailamos como pudimos. Pudimos, aquí, maridaje exquisito entre poder y pudor.
Pero antes, los dos íbamos gastando nuestro cartón con los números que no podían faltar. Papá podría haber tirado “El círculo”, pero se acordó de “La Bach-chata (Habladurías)”. Yo recordé “Oops”. Leí que Kevin dijo a propósito de mi Les Luthiers favorito, Marcos Mundstock: “lo lúdico puede ser lúcido”. Acá, en su visita a Santa Fe, se confesó: “No puedo parar de jugar con las palabras”. Y ese fue el indicador de la entrada de una nuevita: “Hola need”.
🥑
Nunca me destaqué por hacer buenos guacamoles, pero respeto a la palta. Una crónica es igual que el guacamole. Perdón Homero. Algunos elementos son indispensables, pero se tiene que dar lugar a la sorpresa, al ingrediente, más que secreto, indiscreto. El picante es el tono. En el escrito, se reemplaza palta por falta: si no hubiera falta, ¿para qué escribir? Flojita la analogía, ¿no? A mi favor, estoy jugando. Como jugaron Martín Buscaglia y Kiko Veneno a hacer una ensalada gourmet de lechuga con melón, para donárselo a Liebre Marina.
La aliñó con limón y el planeta se alineó.
“No quiero más, quiero mejor”, declama Kevin titulando con el final de la frase su álbum. No sé qué buscaba escarbando, si es que buscaba algo. Pero, poniendo el oído en Wilde (como lo hizo antes Ariel Rot), el tipo halló un leitmotiv. A-las-kanciones les debe eso. Qué loco es pensar que la primera parte de la frase, la que nos quedó colgando, es lo que uno dice cuando está lleno, repleto, pipón, de la panza. “No quiero más”. Quiero. Mejor.
Foto: @lolacomeback
Amantes, amadespués
Kevin presenta “Vals de la luna” parodiando respetuosamente a Fito. Es el amor antes del amor, dice. “Amar es lo primero”, segundea en mi bocho Aloras. “Amantes es una palabra inclusiva, no hay con qué darle”, había dicho Kevin antes de meterse a fondo en el disco que lo trajo a estos pagos, “Quiero mejor”. Habla, a través suyo otra vez, Mundstock: “No me acuerdo si fue antes o después… No, fue después… Lo que no me acuerdo es después de qué”. La lógica sería así. Ama-antes: “Seductor serial”. Ama-después: “Anoche soñé contigo”. Ama-durante: “Sin darme cuenta”, “Down with my baby”.
Le doy un codazo cariñoso a papá: “Bien sur”. Ama-durante. Entre-ama. Entramado. Pienso que ahí está entero Kevin. Entero porque se le ve cada pedazo del gran espejo interior. Se le ve el linaje en la correntada de la cita: Gainsbourg, Brassens. Se le ve el juego lingüístico. Y se le ven las múltiples caras idiomáticas. Bien sûr significa “por supuesto” en francés. También es pasaporte glocal de un ciudadano del mundo. ¿Sur o no sur? Bien sur, por supuesto.
🕷️
Mentiría si dijera suelto de cuerpo que descubrí a Kevin Johansen en 2003. “Resistiré” no forma parte de mi educación sentimental en tv, pero sí que me vi algún que otro capítulo. Tiraba por Vena antes que por Echarri (no cambié). En algún intersticio de mi dolor adolescente habrá goteado la voz grave de Kevin sobre la melodía dulce de la canción. “Himno al cachondeo, himno al flechazo”, dice dos décadas después.
Lo que sí sé es cuándo lo vi en vivo por primera vez. Fue en una de sus venidas a Santa Fe con The Nada + Liniers. Y fue más de una vez: dos o tres. Tenía fresco el “Macanudo” que me regaló el Rodri por su cumpleaños (sí, el tipo le hacía ofrendas a sus amigos/as el día de SU cumple) y la tapa de “La lengua popular”. Pero de uno de esos shows me llevo la falta (porque esto es una crónica… ¿o no?): el avioncito de papel con un dibujo hecho por el ilustrador mientras cantaba su hermano de la vida. Cayó en el asiento de al lado.
Esta vez (HUB, 2024), KJ eligió otro medio para transportarse: la tierra. Eludiendo del análisis la refe obligada al fenómeno físico de traslado de la música, ¿no? Kevin secuestró el sofá de su casa y lo llevó a girar con él. Salvo cuando decidió hacer gala de su altura para que el canto llegue al cielo, el resto del tiempo se desplazó como Pancho por su casa… en su mobiliario. Cerquita, al borde capaz, del instante donde idea y composición se abrazan. Ahí.
Araña nocturna, el músico estiró sus piernas y caminó sentado sobre baldosas de canciones. Giró. Rió. Celebró la zona y el confort. Agradeció a Coca Monte y Panda Elliot, productores de la chispa grupal. Dejó una (es)tela de canciones, con el pulso de Nito (cantor trashumante por “los picos y los valles de la carrera”), la furia de Juanse (Juansen ;) y un dispositivo breve de felicidad atemporal y sin etiquetas: ni tanguero del rock ni trapero. Orgullosamente desgenerado. Porque
no sé si lo ves
la gente más linda
es la que no sabe
lo linda que es
Guacamusic
A pedido del público (?), ¡¡volvieron las mini-playlist!!
PD
No puedo dejar de compartirte la enorme alegría de haber entrevistado, por segunda vez en mi vida, a Andrés Calamaro. Podés leer la nota siguiendo esta imagen: