#19. Ni dos pancitos
Catártico mix de sinsabores en la vida de un periodista del siglo XXI.
Hola, ¿cómo estás?
👾 Saludo a los nuevos/as suscriptores/as: Agustina, Zen, Ivi 🙌🏾 Gracias por los likes, comentarios, compartidas, mensajes y devoluciones face-to-face: Agus, Mar, Nacho, Fer, Maru ☕ Recordá que podés regalarme un cafecito al final de este envío.
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Un kilo de pan (ni dos pancitos). Milonguita. Un par de sándwiches de miga en el almacén de bulevar. Un palito bombón (sí) una noche de lija post-birra. Una birra artesanal. Un llavero de Star Wars confeccionado en PVC. Cada uno vale, hoy, lo mismo que una nota firmada por quien suscribe.
Con el sudor de mis manos sobre el teclado compro un sanguche o un palito bombón. No, mejor un llavero berreta para no perder las claves de acceso físico a mi espacio cotidiano. O muchos bollos de harina para congelar un tiempo prudencial asegurando la sustentabilidad del desayuno diario. Diario que, las cosas como son, usaré para envolver una docena de huevos que, oh casualidad, vale hoy lo mismo que a mí me pagan por escribir sobre lo que amo pero, sobre todo, SÉ.
Hablo con el gremio, pero no se puede hacer nada, che.
En otro lugar me recibe el jefe de redacción. Me presenta a su equipo de trabajo. Le escribo durante 2 años. Nunca es el momento pero me tiene en cuenta. Porque tienen “que cubrir la parte cultural”. Me entero que renuncia por otra persona. O porque le escribí para actualizar la situación (“casi casi”). Ya en pandemia le planteo una idea a otra persona, mismo lugar. Le parece una buena idea. Hacemos una videollamada. “Mandame un sumario”. Le mando. No pasa nada.
Voy a ese lugar, tengo una reunión con otra persona (la tercera). En la recorrida me intercepta la cuarta persona y me dice “¿Qué pasa que no están acá? Escribime”. Le mando un mail, que reenvío un par de veces, no hay respuesta (miento, solo la primera vez). Me entero por alguien más que ya no está en ese puesto. Pasa otro año. Me dicen que ahora sí, que hable con una quinta persona. Misma secuencia pero peor, a ver si recuerdan: mail, ninguna respuesta. Vuelvo a la tercera persona (en el medio hay una sexta…) porque “está re bien que insistas, Leo”. La historia termina igual.
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¿Por qué escribo esto? ¿Catarsis-catarro? ¿Bronca? ¿Angustia? ¿Para que se enteren cómo se siente uno con el destrato? ¿O para llamar la atención? Capaz sea una pizca de cada razón, capaz se me escapen unas cuantas. Tal vez lo haga principalmente para sentar una postura ante el tribunal de mi conciencia. Puede que haya algo de lo que me dijo en una entrevista Mariana Komiseroff. “Hay cierto miedo al escritor o escritora que no se tiene a otro tipo de artistas. ¿Por qué pensamos la literatura con un poder mayor al que tiene?”. Saber eso empodera de un modo que no te podés imaginar. Pero, ¿sirve de algo?
Una más (¿por qué razón vamos ya?): el periodismo, como la gran mayoría de los oficios y las profesiones, viene siendo asaltado por el fenómeno de los/las influencers. El cómo (como sea) parece haberse devorado al qué. Pero eso lo dejo para alguna otra publicación. La última (¿la última en serio?) es para contar la parte oscura, lo que no se detrás de “vivir” de lo que amo. A mí también me pagan mal, me ningunean, me dejan colgado, me hacen sentir que soy “del interior” a la hora de compartir una nota (aunque en la charla me digan lo encantados que están). Etcétera. A mí también me pasa eso, lo sufro, aunque cada fin de semana suba una historia nueva en un show distinto.
+ IVA
Cuando estoy a punto de programar este newsletter, me llega un WhatsApp de mi viejo.
-Leo, eso que dice de El Litoral, es de tu nota con IFM?
Efectivamente, esa nota sin firma publicada en Clarín con fecha 10 de noviembre incluye un fragmento de la entrevista con la entrañable Inés Fernández Moreno que copio abajo. ¿El problema? No nombra al autor (o sea, yo), simplemente al medio. Así no, muchachos/as.
El “gesto” me hizo acordar a la nota firmada por Víctor Lenore para El Confidencial (España) que data de un 5 de noviembre de 2018.
Retengan la imagen anterior y comparen con la que sigue. El periodista plagió extractos textuales de mi entrevista a Walter Lezcano (6/10/2018) sin mencionar autor ni medio.
Le escribí un montón de mails a la empresa y al redactor. ¿Adivinen si tuve respuesta?
Epílogo
Claro que hay mucha belleza y disfrute en lo que hago. Eso pasa, arriesgo, la mayoría del tiempo. Tiene que ver, en buena parte, con la labor amorosa de agentes de prensa, managers, productores/as, artistas. Eso lo agradezco personalmente y de nuevo por aquí. El texto precedente apunta a “lo feo”, a lo que me hace mal y siento que no se ve. Y, a veces, rebasa la paciencia.
☕
Podría aplicar "Trámites burocráticos" de Lucy Patané también no?