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Ligeramente
Si le pregunto a la aplicación “Diccionario” por el significado de “ajar”, responde:
m. Tierra sembrada de ajos.
Lo lindo de su ocurrencia programada es que me hace aprender un nombre concepto. O, en todo caso, ampliar los sentidos atribuibles a lo que, hasta entonces, consideraba nada más que un verbo.
Desde que me mudé, no tengo diccionarios en el departamento. Tengo sí un Larousse despatarrado, pero andá a saber dónde lo dejé. Cuando me mude, me enteraré (o lo daré por perdido). Entonces, lamento asumir la derrota de buscar en Google. Pero, antes, juguemos con la IA. ¿Qué quiere decir ajar, robotín? Significado de “ajar” (el diccionario, pillo, me quiso cambiar a “amar”). La IA entiende el juego, sabe que iba por un verbo y desliza como primera opción:
En inglés, “ajar” significa abrir una puerta o una ventana ligeramente sin abrirla del todo.
Con la misma lógica, la segunda definición de “ajar” como la apertura de una partida de ajedrez (aj aj) para dominar el centro del tablero.
Y la tercera opción, intitulada En otros contextos sigue la huella de la anterior, expande el término hacia dónde quería ir -con menos vueltas, es verdad-:
En algunos casos, “ajar” puede utilizarse como sinónimo de “entreabrir” o “abrir un poco”, en referencia a cualquier objeto o situación que se abra o se inicie de manera parcial.
Esta me gusta un poco más. Me cierra, valga el oxímoron, eso de “abrir un poco”, me gusta el entre. Pero también me encandila que la cosa llegue a una situación. Hacia ajá vamos, mi querido robotín.
Un poco
Un libro se viaja. Se transporta, sí. Y se es transportado/a por él. Pero lo que quiero figurar con la expresión chumbada que titula este/a newsletter (y que vino anticipada por el/la #25) es que yo vi ajar libros. Me vi, vi a otras personas, entreabrir, orejear, apretujar un libro.
Según la RAE, de eso se trata el verbo. En su segunda acepción, luego de la remanida del ajo, describe acciones tales como maltratar, manosear, arrugar, marchitar. Yo no veo maltrato ni marchitar (sí marchita, pero no de la bronca) sino más bien manoseo y arrugue (no de cagazo).
Pero no nos quedemos con eso. Para la Real Academia Española, el verbo también delata, no sólo la acción, sino su consecuencia. Algo ajado pierde su lozanía. Lo deteriora el tiempo o el uso. Obsolescencia programada… ¿eres tú otra vez?
Toda persona que lea lo hizo alguna vez. Yo digo que vi ajar libros. Y, mejor, que lo imaginé. La historia de este juego de palabras (perdóneme por ello) es lo que viene pasando con mi criatura, “Bicho sin dueño”. Tengo dos cajas. Una tiene 140 libros. La otra, vaciándose, 60. Los ejemplares están empaquetados de a 10 por una fina “tela” plástica. Cada vez que alguien compra uno, tiemblan los insectos. ¿A quién le toca?, supongo que se han de preguntar unos a otras. Y al que le toca, le pego la etiqueta de Espacio Santafesino, lo cargo en la mochila y espero hasta la hora de su entrega. Como un cartero, sin traje ni bicicleta. Igual, por esas cosas raras de la organización laboral, soy empleado de telecomunicaciones.
Ajá
Que “Bicho sin dueño” está vi-ajando lejos, conté prometiendo el primer martes del año. Ahora me toca decir por qué “ajado”, por qué “vi”. Decía que soy mi propio cartero. Y qué duro ejercer el oficio postal en el enero santafesino. En fin, llevo, traslado, pateo, doy. Doy el libro a una mano que, no pocas veces, no es la misma de destino. Y ahí sucede el milagro, mi sospecha milagrera. Le dejo su bicho a la hermana gemela de Emi, lo ojea. Lo filtro en el huequito de la ventanilla de la puerta para que lo reciba la cuñada de Claudia. Abrazo a Nati mientras caminamos por la peatonal y le entrega, de refilón, el libro de Mauro. Le llevo a Cele el suyo, lo dedico en el momento. El momento: una Estación Belgrano estallada por la Diseña. Siento que todos me ven. Todos y nadie a la vez. Lo distribuyo en sendos sobres que recepciona en mesa de entrada del Concejo Municipal, una asociación cultural, un centro de rehabilitación, una librería.
Hay cuatro libros que viajan, por correo oficial con carteros de verdad, a Mendoza y Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
“Bicho sin dueño” vi-aja lejos. Como la canción de Los Pillos que le encanta a Willy. Como este Bicho redactor que ya llegó a Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela; México, Estados Unidos; España, Francia, Alemania, Italia y Rusia. Cosa ‘e mandinga.
Lecturas de BSD
Por estos días me fueron llegando publicaciones sobre mi poemario que me alegran sobremanera. 📕🦟🕷🐜🐝🐛🦋 Les comparto algunas de ellas: