#11. Yo ya no pertenezco a ningún istmo
Dos ejercicios literarios fogoneados por la lectura de "El taller", de Alejandra Laurencich.
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Taller nomás 🎶
Desde que me mudé al garito de Ituzainlove, papá me regaló varios libros. Que yo recuerde Confesión, No-cosas, El cielo no existe. Me invade la culpa. Empecé cada uno de estos libros, pero al día de hoy (martes 1° de octubre de 2024) no terminé ninguno. Incluso a más de uno, no diré cuáles, lo arranqué un par de veces. Le tengo fe al verano para liquidar estos y otros pendientes. El lunes empiezo el gimnasio (posta).
Papá también escribe. Mejor dicho: papá escribe / yo también. Una vuelta hablábamos de procesos creativos, calculo, y me dijo que tenía un libro para regalarme. No fue el clásico Las clases de Hebe Uhart de Liliana Villanueva. El libro de tapa colorida me cautivó por el nombre: El taller. Nociones sobre el oficio de escribir. Hasta entonces no sabía nada de su autora: Alejandra Laurencich.
Leí las tres primeras clases. Como está organizado temporalmente, transcurrí las primeras tres semanas. Después me borré. 👻 Comparto las marcas de grafito que dejé en la introducción al libro:
Truman Capote. Un rectángulo sobre su nombre.
Leyes de perspectiva, de luz y sombra. Subrayado.
Oficiantes de la narrativa. Un círculo alrededor de la frase.
Subrayado intenso, idea-matriz: Hay algo que capta nuestra mirada, algo que se recorta en la infinitud de experiencias, visiones, sueños y palabras que nos rodean o que llevamos dentro, y ese algo nos pide ser registrado, nos pide nacer (2014:14).
…que nos librarán, en parte, de esa voz insistente que pide ser expresada. Entre corchetes. Al lado, escrito en una mezcla de cursiva y manuscrita: la libertad. NO PERDAMOS ESA PALABRA, le digo al apunte unos años más viejo.
Pensar sobre la vida. Subrayado + flecha hacia arriba que deriva en una palabra: escribir.
Eso último hice. Seguí las lecciones de Alejandra y escribí respondiendo algunas de las consignas planteadas en el libro.
Lección en el cole 🚌 (de colección)
Eran dos. Los empecé a escuchar después de pagar el boleto. Mi mano derecha, con la tarjeta, fue al bolsillo. Agradecí al chofer, miré: todos los asientos ocupados. A las cuadras, bajó alguien. Los vi, eran dos: un chico, una chica. Él se agarró de la baranda pintada de amarillo, obturando el acceso al lugar libre. Permiso, perdón, gracias, fue nuestro único intercambio. Me senté dispuesta a escucharla a ella.
Que no estaba muy segura para el examen, contaba. Y, como suele suceder en estos casos, proyectó en su compañero al docente, y en los pasajeros a una audiencia imaginaria de adjuntos, alumnos nerviosos y oyentes. “El paladar tiene techo, piso y paredes”, dijo después de dar un panorama por laringe, orofaringe y laringofaringe. El tono no estaba mal. Era de esos exámenes que, a los tres minutos, van peleando por una nota alta. Más tarde, siguió analizando esa casa construida por albañiles invisibles, y dijo algo del “istmo de las fauces”. Él asentía con alguna que otra expresión, pero ella seguía en su camino.
Cuando salimos de Candioti y enfilamos para el centro, ella hizo notar algo de su futuro. “Qué aburrido debe ser ser especialista. Imaginate un gastroenterólogo, un anestesiólogo. Aunque los anestesiólogos tienen buen sindicato”. Sonó el timbre a la altura de la Terminal, ellos miraron para atrás y enfilaron para el fondo. Antes, él ensayó una disculpa ante el auditorio: “Capaz esto no le interesa a nadie”.
Canción para bajar el relato: Al lado del camino (versión de Yacaré Manso y Noelia Recalde).
Cosas importantes
Sin señal de teléfono se encontró en esa ruta perdida, el motor del auto recalentaba demasiado. Abrió la ventanilla: tomó aire con la nariz, observó. Ningún vehículo venía en dirección suya o contraria. Nadie podía auxiliarlo. Su padre siempre decía cosas importantes sobre autos. No importa donde estés, si sentís la presión en el ambiente, salí. Esperá diez minutos. Si no aparece nadie (él sabía que nadie iba a aparecer), acercate lentamente al capó. Tanteá con la punta de los dedos su temperatura: si no te pelan las llamas, abrí. Hasta ahí se acordaba, la puta madre.
Canción para bajar el relato: Apagar el motor (Nikita Nipone).
Leo e invito
Siendo un envío de pura cepa literaria, aprovecho el envión para dejarte dos invitaciones (válidas para quienes se encuentren en Santa Fe y alrededores).
El domingo 6 de octubre, desde las 18 hs, voy a leer en un lugar emblemático de la región: La Casa de la Cultura. Será en el marco del 1° Festival Internacional de Literatura de Santa Fe.
Unos días después, vuelvo al corazón de Barrio Roma. El viernes 11 por la noche leo unos poemas en el centro cultural Ochava Roma dentro del festi En el oeste está el agite. Además de poesía, habrá música y videoclips.
Toda la data aquí: