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Orden
Hace unas semanas me dispuse a ordenar la bandeja de entrada de mi correo principal. Tengo siete casillas de Gmail, cuatro institucionales y una para la web. Como la utilidad de las incluidas en las dos últimas categorías se explica por sí sola -pese al uso efectivo que yo les dé-, entraré de lleno en las primeras siete.
Mi primera casilla fue la clásica salida del Hotmail puber (leonardojfry@hotmail.com) y una solo nominal entrada en el mundo de los adultos (leonardopez@gmail.com)*. Cuando este correo, creado en 2006 (en la época en que podías tener una cuenta del mail de Google solo si alguien te invitaba), empezó a quedarme corto de espacio, Juan me dijo: “Hacete otra, Leo”. Así, sin saberlo, le di cabida a mi nombre artístico, ese que por ejemplo titula mi cuenta de Instagram: leopezenelaire. Desde ahí, ¿2016?, mi historia con los e-mails es bastante traumática. Por eso cada tanto me prometo casa en orden y celebro mis felices ascuas. Good show.
¿Y las otras cinco casillas? Se los traeré en algún envío del futuro…
El foco de este orden que les cuento fue organizar los newsletter recibidos en mi casilla, esa última que referí, con una etiqueta obvia: Bicho Redactor. Label vs tag. No sé, es una tara (¿la medida de mi obsesión?), un berretín, un fetiche virtual. Pero me da la sensación y, sobre todo el alivio, de que se está “cocinando la obra”. La serie. El todo. A la vez, cosa ‘e locos, me permite volver caprichosamente a las partes. No es una práctica que descanse únicamente en el látigo sobre lo (mal) escrito, en el error, la redundancia, el olvido, la falla. Hay algo más revelador: la sorpresa.
Lakerman recupera, en su libro “Cómo pisar una cáscara de banana”, una frase de Macedonio Fernández: el humor es sorpresa intelectual.
Pueden leer la entrevista que mantuve con él en este link.
Entonces ves mejor en perspectiva. Por lejano, parece que lo escribió otro. Y la frase hecha está al alcance de la mano: uno era otro antes y es otro ahora. [Tampoco la pavada, porque la base se modifica poco].
Mis ojos se posaron en el número #11, enviado y publicado un martes 2 de octubre de 2024, a las 22:15 hora Argentina. Mientras escribo este texto, en mi país se celebra el Día del Músico y la Música conmemorando el nacimiento de Luis Alberto Spinetta. ¿Saben cómo se llamó el newsletter que les digo? 👇🏾
“Yo ya no pertenezco a ningún istmo”.
*Estaba obsesionado con Chernobyl y elegí una contraseña muy particular, bastante hackeable: roengten. Ahora googleo y noto el error. La medida de los niveles de radiación se escribía roentgen.
Desorden
En el newsletter #11 recuperaba unos textos perdidos. Eran dos narraciones construidas a partir de la lectura incompleta del libro “El taller” de Alejandra Laurencich. No se ilusionen (?), todavía no vengo aquí a sumar prosas surgidas al calor de dicha lectura. Lo que hago es recoger el guante lingüístico: tomar dos frases y seguir viaje. Primer párrafo: pisaban fuerte dos frases al borde de caer en el siguiente renglón. “Le tengo fe al verano para liquidar estos y otros pendientes”. Y la segunda, más de la diaria: “El lunes empiezo el gimnasio (posta)”. Transcurridos tres meses, ¿cuál habrá sido su suerte? ¿Será que este bicho hizo algo con el destino de urgencia que les reclamaban ellas?
* Le tengo fe al verano para liquidar estos y otros pendientes. Con un mes de verano encima debo decir que fe, en mí, es igual a presión. Lo digo por escrito para que no se me ocurra olvidarlo nunca más. Cuando mi mente carga esa expectativa a algo embarulla la ruta. Embotella el deseo. ¿Qué pasa entonces? Aún habiendo olvidado esto, si lo escribí en algún lugar de mi memoria se deposita, no toqué ninguno de esos libros: ni el de Kohan ni el de Han ni el de Fernández Moreno. Así como sentí en el #11 “me invade la culpa”. Sumemos la bronca por mufar desde la presión.
Igual algo leí. En estos 23 días terminé la historia documentada de Los Piojos escrita por Jorge Nuñez y hasta lo entrevisté por Zoom. Leí también el último libro de María Moreno, a quien ya le hice llegar mis preguntas. Fueron 11 (hablando del número). Fueron 11 (justo que hoy vuelve el fútbol argentino de Primera División). También empecé el último libro de Martín Prieto, “Un poema pegado en la heladera”. Pero el dato que viene a jugar acá es el siguiente… Como inspirado por su nombre, volví a agarrar “Ahora o nunca”, es decir, la poesía reunida de Ricardo Zelarayán. Arranqué por la página en la que me había empantanado y le metí duro y parejo en sesiones de lectura nocturna y matutina en voz alta. Ese libro no estaba en la lista de reclamos al estío y, sin embargo, ahí lo tienen al borde de. Lo mismo intuyo que ocurrirá con otras antologías pero no pienso bajar nombres de la mente al Drive porque temo que la presión la cague otra vez. Como siempre.
* El lunes empiezo el gimnasio (posta). Si cuento esta historia me excedo posta. Y no quiero perderlos/as, mis amigos/as. Así que voy a usar estos minutos de tecleo para comentarles que el próximo newsletter, el #29, estará dedicado a mi Retorno estelar al gym. Oops, se me escapó el título. Y, de yapa, dejarles dicho que mientras iba escribiendo esto, no sé cómo entra pero entra a mi primera casilla de mail, reventada de cosas, un mail con el asunto GYM CON ESTILO de un tal Aldo Conti. Conti-nuará.
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